Foxtrot 05
PELO O CABELLO.
“I’m just a big hairy American winning machine.”
Ricky Bobby – Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby
Hasta el momento, en Foxtrot he estado haciendo columnas sobre reseñas y opiniones, pero esta semana quiero platicar sobre un tema que es un poco más personal.
El pelo… o cabello, como guste llamarlo.
Para empezar, si usted está discutiendo cómo se debe decir, está perdiendo el tiempo. Se dicen igual, se llaman sinónimos, por más correcta que sea cualquiera de las dos opciones, aceptemos que el argot es más amplio de lo que creemos. Así que pasando eso, platicamos de la banalidad del pelo… o cabello.
En general a los hombres les vale madre cómo se los cortan, sólo buscan un lugar donde puedan estar en confianza, leer un TV Notas sin ser mal vistos, sentarse un rato, escuchar el chisme pero nunca participar.
Nunca he visto a un hombre que, a la hora de mostrarles el espejo digan que quedaron mal, lo único que quieren es que les quiten la bata, pagar y largarse.
Y es porque no me conocen.
Verán, yo sí tengo una obsesión con mi cabello.
Sí, con todo y copete.
Obsesión es una palabra exagerada, pero no encuentro una descripción exacta, porque rara vez me veo al espejo, pero sí me gusta jugar con él, acomodarlo, la sensación de tenerlo entre mis dedos (cosa que muchos Victors en el mundo no pueden darse el lujo). Les dije que iba a ser un capítulo sin mucha profundidad y análisis..
Les presento a Oswaldo de unos 12 años aproximadamente.
Ese corte de “copete de olita” lo tuve absolutamente toda mi infancia.
Era perfecto porque entraba en los límites de lo considerado como “pelada de varón”, que no es ningún albur, sino la manera de referirse en mi pueblo a los cortes de pelo permitidos en los niños, incluido el famoso casquete corto, tampoco un albur.
Bueno, no toda mi infancia fue ese corte, de bebé tuve el pelo lacio y rubio. Hasta la fecha es un misterio sin resolver qué le sucedió, tal vez soy un replicante mal fabricado, tal vez la genética hizo lo suyo o tal vez mi mamá se robó el álbum de otra familia.
En algún punto, en prepa, decidí ahorrarme unos pesos en un corte y un amigo “me hizo un favor”, el resultado…
No, no soy el barbón ni el Hanson gótico, soy ese judío escapando de un campo de concentración.
Y sí, la foto es de un periódico en la ceremonia de los mejores promedios, ríanse ahora.
Fuera de ese lapsus nunca dejé el corte del copete, me daba cierta tranquilidad y al mismo tiempo lo odiaba.
De alguna manera el copete tiene un significado y muchos años lo vi como mi parte conservadora, mi distintivo, ¿para qué mover algo que no lo necesita? ¿Pero… y si quisiera cambiarlo, qué puedo pedir?
Cada que iba caminando hacia la estética unisex (amo ese término), pensaba en “ahora sí, chingue su madre, le voy a decir que me lo corte diferente ¿cómo? no tengo idea, pero que me lo deje chingón.
Pero no, cada mes pasaba lo mismo, llegaba con “Channy”, me sentaba 20 minutos, platicaba cómo me iba en clases y listo. Pin Pón.
Esto siguió hasta el año 2014, como lo muestra mi clásico corte godín en mi trabajo godín.
Luego entré a Máquina ( un día les contaré esa historia) y todo cambió.
Era mi primer trabajo donde no tenía un horario de 9 a 5, era la primera vez que podía decir y hacer lo que quisiera, mi primer momento donde la calidad era más importante que la cantidad y especialmente, la primera vez que me pagaban por algo relacionado a mi doble doctorado, decir pendejadas.
Mi primer trabajo creativo hizo que intentara también reinventarme, por lo que también busqué que se reflejara en mi cabello, naciendo así el corte de lesbiana y el corte de lesbiana furiosa.
¿Quería presumir que tengo una foto con Jordan Rudess? Quería presumir que tengo una foto con Jordan Rudess.
Gracias a Máquina, empecé a tener más seguidores en redes.
Y con eso, empezaron a llegar los opinadores, “Me gustaba más corto”, “¿Por qué te lo cortaste?”, “¿Qué pedo con ese copete gigante? Quítate esa chingadera”, “No te quites el copete”.
Si bien, como diría Dirty Harry, una opinión es como un culo, todos tenemos uno, me di cuenta que jamás iba a darles gusto, al único que tenia que agradarle era mi, pero eso lo aprendí a la mala, cuando decidí hacer algo que nunca me había atrevido, dejarlo largo.
El muy controvertido pelo largo, odiado por muchos, vamos, incluso a mi tampoco me gustaba. Mi pelo es rizado, mulix como decimos en Yucatán, y eso del pelo largo, no se nos da, por los costados crece horrible, sin crema de peinar es un desastre y aún con la crema, se seca en un par de horas.
Mientras más me presionaban que me lo cortara, menos lo quería hacer.
Incluso en un punto me rasuré los costados, sólo por joder.
Por años intenté que mi pelo tuviera otro tipo de corte, fui con muchas personas que cobraban más de lo que creo (un corte de caballero no debe costar más de 200 pesos) y me frustré, nadie podía combatir el villano rizo.
Entonces después de varios intento de controlarlo, volví a lo básico, el copete.
Esta historia no tiene moraleja, ni un mensaje profundo, sólo les aconsejo que si tienen la oportunidad, jueguen con los cortes, no pasa nada, vuelve a crecer (excepto a algunos). Que no les importe el qué dirán y aunque seguro varios vendrán solamente a comentar cuál era su favorito y cuál no (o sea no entendieron nada del artículo), sólo puedo recomendar que hagan lo mismo, excepto raparse, eso siempre es un llamado desesperado.
Por último los dejo con lo que pasó en mi último semestre de la carrera por no cortarlo 4 meses.
Ugh.