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La Nueva Inquisición

Antes que nada creo que es pertinente ofrecerles una disculpa por no haber escrito nada en un par de semanas. Lo intenté, créanme, y tengo que ser muy honesto en esta parte, no me gustó nada de lo que escribí.

Escribí un cuento pero no sé si quieran leer mis cuentos. Ahorita van a entender por qué digo esto.

De hecho, en este momento, estoy escribiendo sin la certeza de querer publicarlo, pero con la convicción de que voy a llegar a un punto, lo cual, debería bastar. Aunque no sé si llegue.

Recién sucedió en Twitter que se hizo famoso un “músico”, del cual omitiré su nombre precisamente para no acrecentar lo que me dispongo a criticar. Bueno pues este señor o joven, no sé, saltó a la fama al tiempo que Spotify retiraba una canción de Bad Bunny que se llama Safaera. Y la traigo a colación porque en un punto estos temas coincidieron.

Sé que muchos, al igual que yo, no tienen idea de a cuál canción me refiero y puede ser que sea la primera vez que escuchan el nombre “Safaera”, pero seguro han escuchado la parte donde dice: “Si tu novio no te mama el culo” cuando se hicieron virales unos videos donde millenials le ponían este tema a sus papás mientras grababan sus reacciones. Qué bárbaros, muchachos, qué tremendos, qué irreverentes.

Bueno, pues una chica, no sé cómo, no sé por qué, ni viene al caso, pero al darse cuenta que Safaera había sido retirada de la plataforma tuvo a bien emitir una sentida y, supongo, justa queja, argumentando que habían retirado tan solemne, artística y bella melodía, mientras, en Spotify, aun se podía escuchar a este otro malnacido sujeto el cual hablaba de raptar, golpear, acuchillar, asesinar, violar y demás bajezas a varias mujeres, incluídas menores de edad y hasta a la pobre de Yuya, sí, la Youtuber.

Y miren, obviamente hay diferencias entre asesinar, violar y matar a una persona y solo mamarle el culo a alguien si su novio no se lo mama. El punto no es la gravedad de la ofensa, lo ordinario de la letra, o lo pendejo del músico. Muchos no teníamos ni idea de quién era este imbécil hasta que la queja se hizo viral y aquí fue cuando se me ocurrió, en mi cabecita calva y loca, tuitear lo siguiente:

Y ya. Eso fue todo. Como muchas veces lo hago, escribí mi pendejada desinformada y continué con mi vida. Luego en la noche me encontré con quejas, justificadas o no, las cuales se resumen en: -No podemos normalizar la violencia. Eres solo un triste pendejo queriendo defender lo indefendible. Ni siquiera escuchaste las letras. El wey está incitando a la gente a asesinar mujeres, hay que denunciarlo.

Y créanme que escrito así, nadie en sus cabales estaría en desacuerdo. Aparte de que sí soy un triste pendejo pero, en mi defensa, no estaba defendiendo a nadie más que a mi mismo.

Se me cuestionó: ¿entonces no debemos denunciar?

Y la respuesta es sí. Sí debemos denunciar los delitos. Ojo: LOS DELITOS. Un simple clavado en el perfil y demás videos del “músico” ese deja ver que el vato evidentemente tiene un pedo, o varios, o quizás todo es parte de su acto y la forma de vender un personaje que sea congruente con lo que canta. Y ese es un gran problema, porque hay una delgada línea entre denunciar a un sociópata y censurar a un wey por decir pendejadas enfermas. Ojo: DECIR.

Para mí, la música del wey ese está culera, las letras están chafas, mal construidas y el único valor que pudieran tener es que son aberrantes y perturbadoramente vivenciales.

Mi problema es ¿qué tanto estamos dispuestos a permitir las expresiones “artísticas” de alguien? Y antes de que me linchen, no digo que eso sea arte, para mí no lo es, pero para mí, los grotescos y descomunales tubos de colores primarios de Sebastián tampoco son arte.

Y, de igual manera, en algún momento mucha gente pensó que algo no era arte sino simples calenturas mentales de gente enferma. Me vienen cientos de ejemplos a la cabeza. ¿Qué tanto quisieron quemar a Nabokov por escribir que Humbert Humbert, de cuarenta y tantos años, se acostaba con Lolita de solo doce? ¿Qué tanto quisieron crucificar a Kazantzakis por decir que Jesucristo se había aventado un threesome bien sabroso con las hermanas de Lázaro cuando el baboso aun apestaba a sepulcro? ¿Qué precio le pusieron a la cabeza de Rushdie? ¿Qué tanto les gusta el Grupo Marrano? ¿Cuánto les ofenden los weyes esos de “Trebol Clan” cuando “cantan” -“agárrala, pégala, azótala, yo le doy, tu le das, por delante y por detrás”? ¿Qué tan adicto a la piel vaginal será Chris Barnes de Cannibal Corpse? ¿Qué tantos güeros habrá matado Juan Brujo en la vida real, estilo Ricky Ramirez?

El problema es cuando la gente se empieza a meter con las cosas que nos gustan. El problema es cuando decidimos pensar “por los demás” y decidir “por los demás”. Decirles qué deben, o no, leer, ver, escuchar. Porque nos encanta decirle a la gente qué está bien y qué está mal. Nos encanta creer que sabemos lo que le conviene a la masa. Porque la masa es imbécil. Y nosotros nunca somos parte de ella. Les tengo una noticia que quizás no les guste: sí somos.

Los Narcocorridos, el “Movimiento Alterado”, el mismo Reggaetón, el Metal, es misógino, enfermo, incita a la violencia y no debería de existir según la apreciación de muchas personas.

No defiendo las acciones que describe en sus canciones el sujeto en cuestión. Pero justo la discusión que se suscitó me puso a pensar y recordé cuando, hace años, en la época de los blogs, publicaba mis nóveles cuentos para quien tuviera a bien encontrarlos. 

En una ocasión escribí un cuento, narrado en primera persona, donde una chica describía cómo se estaba ahogando ya que, según ella, había corrido tan rápido por el desierto que había llegado a un lugar donde, al no haber nadie, aun no era necesario que hubiera oxígeno, razón por la cual ella no podía respirar. El cuento avanzaba con las elucubraciones de la chica para descubrir, en los estertores finales, que había recibido un balazo en el pecho, el cual, había colapsado sus pulmones y por ese motivo no podía jalar aire, y se estaba ahogando, y moriría. Todo sin poder evitar, con la muerte, que su asesino, de nuevo, abusara sexualmente de su cuerpo.

Así de culero. Así de crudo.

Un conocido lo leyó y me dijo: “Si tú eres capaz de escribir algo así es porque deseas hacerlo”. Y me dejó de hablar desde ese día. De eso hace ya más de 20 años. El cuento lo escribí con indignación y miedo por la situación que se vivía, que se vive, por los feminicidios en mi estado y un pendejo llegó a decirme que lo había escrito porque en realidad deseaba asesinar mujeres en el desierto y cometer actos de necrofilia. 

Recientemente encontré un escrito de más o menos la misma época donde describo, con lujo de detalle, cómo un amoroso padre en ciernes, entre ensoñaciones opiáceas, decide extraer a su hijo nonato del vientre de su esposa embarazada utilizando un cuchillo cebollero, luego de haberle cortado un brazo y una pierna con un hacha mientras dormía. 

Casual. Ni está tan torcido.

Y no. No deseo cortarle los brazos a nadie ni mucho menos realizarle una cesárea casera después. Pero me puse a pensar: ¿hasta dónde me va a permitir esta Nueva Inquisición imaginar escenarios grotescos para lograr el impacto que quiero en mis historias?

¿Hasta dónde nos da risa que, en la última película de Tarantino, la familia Manson muera masacrada, ahogada, quemada con un lanzallamas y deshuevada por un perro para que así la hermosa y grácil Sharon Tate pueda vivir?

Ups, spoiler alert.

A mi me caga el reggaeton, de verdad, sus letras se me hacen de lo más burdas y ofensivas sin contar el hecho de que no le encuentro nada de especial a la música. Pero no tengo interés en censurarlo. Simplemente no lo consumo. Por otro lado escucho a Meat Shits cantar “Homosexual Slaughter” y me cago de la risa. Y aclaro que tampoco tengo interés en “Sacrificar Homosexuales”. Por cierto esa canción también la pueden encontrar en Spotify. Y las letras de Meat Shits son iguales o peores que las del wey ese que les espantó tanto. Y de muchas bandas más.

Por ejemplo, la canción “Voices” de una de mis bandas favoritas, “Autopsy”, versa así:

I hear voices they tell me what to do
Right now they’re telling me to kill you
Yesterday I loved you
Today I want you dead
Beat you, decapitate you
Freeze your severed head

¿Y qué creen? También está en Spotify.

Ojalá todo fuera tan sencillo como prohibir canciones para evitar los asesinatos. Ojalá evitando los narcocorridos se acabaran las balaceras. Ojalá censurando a María Conchita Alonso las mujeres dejaran de tener noches locas de copas aderezadas con rondas de consensuado sexo extramarital.

No estamos nada lejos de la gente que pensó que de haber prohibido a Marilyn Manson, en su momento, se habría evitado la masacre de Columbine en Colorado. Quizás piensen que ya estoy mamando pero le estamos dando al morro más crédito del que merece, le estamos dando a su “música” y a su mensaje más atención de la que el wey, enfermo o no, hubiera soñado. El vato debe de estar más que feliz, agradeciendo toda la repentina publicidad que obtuvo. Igual y si no era un delincuente, o si le faltaban motivos para llevar a la realidad sus deseos, ahora, orillado por mantener la fama que ya ganó, lo estamos incitando a que se consagre como tal. 

Y a la vez, le estamos quitando a la gente la capacidad de decidir y de ejercer los valores que pueda o no haber aprendido en su pinche casa. Ni me digan: la masa es imbécil. Ya sé.

El problema no es la música. El problema no es el arte. El problema no es que llegue un wey torcido y le meta ideas malsanas a los niños y a esos niños se les antoje realizar todo lo que ese wey describe en sus canciones. Ustedes saben que no funciona así. La mente de los delincuentes, los de a deveritas, los Jeffrey Dahmers, los Ted Bundys, los Armin Meiwes, no trabaja de esa manera. También es cierto que existen los Luka Magnottas y también es cierto que hay morritos que se llevan las armas de su abuelo a la secundaria y le disparan a sus compañeros de salón y a su maestra. 

Sí, hay gente enferma. Hay gente que de verdad hace lo que este pendejo describe. Seguro tiene seguidores más enfermos que él y que empatizan con el mensaje. Hay gente que se graba torturando animales y luego termina haciéndole cosas peores a seres humanos, los hay. Y eso SÍ es un delito y hay que denunciarlo.

Pero entendamos que la chava que “denunció” (como le llaman ahora a exponer a alguien haciendo un hilo en Twitter) lo hizo, en un inicio, indignada porque le quitaron Safaera de Spotify. Pobre. Pero terminó destapando una serie de marranadas en las que incluso llegó a recibir amenazas de muerte. Y ella solo quería que le regresaran su canción, wey, mi canción, wey. Canción que estoy seguro a mucha gente le parecerá grotesca, misógina, denigrante y merecedora de un castigo infernal. Saben que es cierto.

Al final, la alegata escaló y Spotify regresó Safaera a sus listas y removió toda la música del meco este de su portal porque viola reglas de la plataforma e incita a la violencia y al odio. Pero si el sujeto en realidad es un asesino, quitar su material de todo el internet no lo va a detener. Así de culero.

No puedo ofrecer una solución porque no la hay. Porque no la tengo. Porque, aunque la tuviera, no les gustaría, no les acomodaría. Mi solución, como este texto, solo funciona para mí. Y es menester de cada quien buscar la propia.

Yo hago mi parte al permitirle a mis hijos decidir qué consumir, qué escuchar, qué leer, y qué videojuegos jugar. Porque sé que tienen la madurez, la educación y los valores suficientes para apagar el Grand Theft Auto y no querer salir a golpear peatones para quitarles el dinero, a balacear proxenetas y capos de la droga para subir de nivel o atropellar prostitutas en la calle. Sé que mi hijo puede escuchar un disco completo de CARCASS y no por eso querer eviscerar y diseccionar cadáveres humanos para su posterior consumo.

Primero empecemos por ver dónde estamos parados para ya luego ver si podemos ayudar a los demás a que se levanten. Y aun así, mis chavos, puede pasar que los tirados no se quieran levantar. Mi pedo es que hay una línea muy delgada entre el delito y la libertad de expresión de un pendejo con ansias del shock value. Y desde donde estemos parados, quién sabe si podamos distinguir esa línea.

Dejemos de querer enseñarle a los demás qué no ver, qué no leer, qué no escuchar, porque siempre habrá alguien que quiera decirnos a nosotros lo mismo, y créanme que, cuando nos toque estar del otro lado, cuando alguien llegue a decirnos lo que es mejor para nosotros porque somos de la masa y por lo tanto somos imbéciles, no nos va a gustar ni el tono, ni el por qué, ni el cómo.

Pero, a todo esto, a ustedes, ¿su novio si les mama el culo?

Gracias por leer.