Mi Encuentro Conmigo
En el año 2000, mientras disfrutábamos que no se hubieran hecho realidad los augurios de fin de siglo, que si se acaba el mundo (otra vez) o que si el “y2k” mandaría a la civilización directito a la chingada como nos lo anunciaban amistosamente Tyler Durden y el agente Smith; a Disney siendo Disney se le ocurrió que sería una gran idea comenzar el nuevo siglo llenándonos de optimismo y qué mejor manera que lograrlo sino trayendo nada menos y nada más que al más grande héroe de acción de todos los pinches tiempos, a John McClane, Korben Dallas, bueno a Harry Stamper pues, al wey que explotó un asteroide nomas para que años después su yerno Ben Afleck se convirtiera en el Batman más chingón de este pinche mundo. El único e inigualable “No se necesita estar bien pinche mamado para ser un héroe”, Mr. Bruce Willis, quien dejó atrás aventuras épicas para estelarizar su película veraniega de ese año, THE KID, donde, a diferencia de lo que se podría esperar, Bruce Willis interpreta a un exitoso consultor de imagen que responde al nombre de Russ Duritz, que está entrando a la cuarta década de su vida, cuando, por azares del destino (porque así suceden las cosas en las películas de Disney) ve de pronto como su vida acomodada y sin compromisos se va al caño tras la llegada de un niño regordete y miedoso que responde al nombre de Russ y… ¡Oh sorpresa! ¡Resulta que ese chavillo es el mismo Bruce Willis pero de niño! Sí, ya sé que a nadie le sorprende esa revelación sobre todo cuando en México se tuvo la gran idea de titular esa película con el nombre de “MI ENCUENTRO CONMIGO”. En fin que el filme es básicamente el viaje de bruce Willis para recordar quién es él en esencia y casarse, tener hijos, un perro y ya… ¿que esperaban?, Es una película DISNEY.

Resulta que en el año 2000 yo estaba a punto de llegar a los 30 años y estaba en busca de encontrarle un sentido a mi vida que para ese entonces había perdido ¡imagínense ustedes! Buscaba señales en cualquier lugar, quería empezar el nuevo siglo con algo de esperanza y entonces me encuentro con esta película simplona y cursi en la que de pronto un niño le pregunta a su yo adulto si cuando llegue a su edad habría logrado hacer realidad sus sueños, la respuesta a cada uno de las preguntas del chamaco fue un rotundo no de Bruce Willis…
Entonces me pegó. Ahí estaba yo, todo deprimido y derrotado en una vida que se la estaba llevando el carajo y muy pero muy lejos de siquiera empezar a escalar la montaña que me llevaría a tocar la cima que alguna vez mi yo de niño soñó.
Y entonces me di a la tarea de recoger poco a poco los pedacitos de lo que quedaba de mí. Cerré con mucho dolor capítulos importantísimos de mi vida, tomé las a riendas de mi existencia y básicamente le hice caso a Morpheus y me chingué la pastilla roja de un trago y sin agua.
Dar ese salto al vacío fue el momento de más incertidumbre y terror que experimenté, imagínense que se pasan casi una década construyendo un edificio, así con sus cimientos y sus colados y luego le pusieron unas ventanas bonitas, sus puertas de madera, le ponen muebles todos fifí, le hacen una fachada toda elegante y ya que está terminado según tú te metes a vivir al penthouse que obvio va a estar súper chido y nunca vas a querer salir de ahí porque es justo lo tú creíste que te haría feliz, entonces abres la puerta y sientes una soledad horrible en lugar de la felicidad que creíste que debías experimentar al haber construido lo que todos te dijeron que tendrías que hacer, te das cuenta que no perteneces a ese lugar y que ni siquiera te gusta la arquitectura del lugar; así de pronto te das cuenta que tienes dos caminos, acomodar tus tiliches en el armario de ese lugar, total ya está amueblado y hasta tiene cablevisión y resignarte entonces a vivir en una casa medio bonita pero sumido en la depresión preguntándote por el resto de tus días qué habría pasado si por una ocasión te hubieras armado de valor y en un momento de sensatez renunciar a todo aquello o justo eso, agarrarte los tanates y salir corriendo de esa existencia gris sin mirar atrás, sin recular y cortando de tajo todos los lazos que habías forjado por años.
Imagínense que de un día para otro desaparece todo lo que ustedes conocen como vida, su casa, su barrio, sus amigos, sus anhelos, sus planes, todo. Y lo hacen sin saber si esa decisión los va a llevar a un lugar mejor o simplemente estás firmando tu sentencia de muerte, pero que esa es la ÚNICA manera de por lo menos de volver a tener la remota posibilidad de soñar de nuevo con que puedes ser feliz.
Créame usted amable y paciente lector de estas líneas, es una decisión que acojona pero que hay que tomar y cuando se hace duele mucho…. cala hasta la médula.
Así que mientras intentaba encontrar un tema chingón sobre el cual escribir en esta columna, recordé esa tarde de hace 20 años, cuando salí de un cine al sur de la ciudad de México después de haber sido testigo de como mi héroe de acción favorito se convertía en un personaje cursi de DISNEY, y con todo lo empalagoso de aquel momento no pude evitar pensar qué pasaría si en ese momento Humbertito niño se me apareciera y me preguntara si habíamos ya logrado convertirnos en el hombre que soñábamos ser y con tristeza descubrí que mi respuesta hubiera sido un rotundo NO.
Ese día comenzó MI vida.
Y el viaje que emprendí no fue fácil, ya sabía que escalar esa montaña no sería sencillo. En ese camino hubo muchos descalabros y sinsabores, muchas derrotas calladas y días oscuros, muchas lágrimas que nadie me vio llorar, pero también hubo muchísimos días soleados y encontré nuevos amigos en lugares inesperados, sonrisas que me reconfortaron y abrazos que me reanimaron y en ese camino encontré el amor verdadero e incondicional pero sobre todas las cosas, me encontré a mí.
Hoy, a unos meses de cumplir 50 años me hago de nuevo la pregunta: Si en este momento me encontrara con un Beto de 13 años, ese que se pasó días diseñando y dibujando su traje de superhéroe y que estudiaba biología (aunque le cagara) porque creía que convirtiéndose en científico podría encontrar la manera de hacerse con superpoderes, que pasaría si ese niño que religiosamente se plantaba cada miércoles en el puesto de periódicos para comprar su cuento favorito me preguntara:

-¿qué ha sido de nuestros sueños? ¿Lo logramos?
Y yo con una sonrisa le diría:
-Si Beto, lo logramos. Tenemos una familia hermosa, una linda casa así como nos la imaginamos con un jardín grande con árboles que dan frutas y no solo tenemos un perro sino tres, y hemos tenido la oportunidad de viajar a otros países y hasta conocemos gente famosa….
Él siendo un niño, me interrumpiría y me apresuraría a que terminara mi frase.
– Qué bien, qué bien, pero lo otro ¿lo logramos?
– ¿Lo otro?
– Sí, lo OTRO. Ya sabes a que me refiero.
-…Sí Beto, lo logramos.
Somos el dibujante del Hombre Araña.